viernes, 5 de octubre de 2012

Happy tree friends/Flippy x Flaky, menciones de Sniffles/Rating T.

Yéndose



Siempre vuelven, es verdad. Regresan de la muerte y es como si las terribles escenas hubieran sido omitidas de la memoria de todos los otros habitantes del valle.

Menos ella. Flaky recuerda, claro que sí. Que todo allí parece querer -y enfecto puede- matarte.

Y no importa cuántas veces la preciosa vida les sea reintegrada: es doloroso irse, sumergiéndose en rojo y después en negro. Como si cada vez fuese también la última.

Por eso pelea hasta el final, presa del miedo. Incluso contra...

—Ya no podemos vivir juntos.

Flippy abre la boca horrorizado y dolido. Ella lo esperó tanto tiempo...¿solo para romperle el corazón en la cara?

Es cruel pero Flaky no puede correr ese riesgo ya más.

—Hay algo d-dentro de t-ti, Flip. Te quiero pero no puedo esperar a que...

Él se pone en pie, alargando los brazos hacia ella, que está haciendo la maleta y se sobresalta, creyendo ver el brillo asesino en sus pupilas húmedas. Desde que le dio esa barbaica muestra de lo que la guerra le hizo, no se siente cómoda en su presencia y cree que nunca será de esa forma otra vez. Si bien él nunca la asesinó, le ha hecho bastante daño. Suficiente como para justificarse: la usó de bate para matar a Cuddles. 

La asfixió hasta que perdió el conocimiento...la violó después de causarle quemaduras de tercer grado al colocarla sobre una hoguera.

¿Puedes tener una relación con alguien que ha hecho esas cosas, siquiera sin querer, por tener un otro yo dentro, igual que un demonio? Lumpy era tonto, simplemente. Ya tenía que cuidarse mucho en su presencia. 

Mole estaba ciego, el pobre, aunque siempre deseoso de ayudar. Y Splendid...bueno, a él era mejor perderlo que encontrarlo y morir rápido antes de que te salvara, arriesgándote más y alargando el doloroso proceso. Pero tampoco estaba demente. Quizás su ego lo enloquecía un tanto p-pero...

Flaky encontraba excusas con frecuencia para justificar a sus amigos. Más tratándose de su novio, que dormía a su lado por las noches, se dio el lujo de ser más severa.

—Son tus ropas en vez de las mías.—le señala Flippy, con los ojos muy abiertos, sin sujetarle la maleta pero apuntándola, como si aún no creyera lo que vé. Hasta Flaky desearía despertar y abrazarlo, jurarle que es mentira y que suceda lo que suceda, están en poder de afrontarlo.

Pero eso es algo que no puede regresar a sus venas como la sangre. La confianza no es igual que la carne mágica en un valle en efecto también mágico, si bien solo Flaky puede saberlo a ciencia cierta.
(que nadie sepa decirle qué sucede después de que cronológicamente se sitúan las muertes, que se queden pensativos y en blanco, es la espantosa prueba)

—Bueno, esta es tu casa, ¿no? Y-yo so-solo estaba cuidándola hasta que...en fin. Me quedaré con Sniffles, por si necesitas algo.

Las manos de Flippy se crispan un instante, no poniéndose en modo homicida, sino como si acabaran de encestarle un golpe o mejor dicho, una puñalada en el vientre (tal vez más arriba) y ella se apresura a agregar:

—¡No es lo q-que crees! Él tiene ese enorme laboratorio que necesita limpiar a diario, ni bien termina de practicar sus experimentos. Será so-solo hasta que encuentre un lu-lugar pa-para mí sola.

(sería más fácil si lo fuera pero Flippy es el héroe al que esperó y también la peor de las amenazas a sortear, sobre todo porque Flaky ya ha superado de a poco el aire fatal con el que aceptó su destino antes, muriendo por su propia mano para sobrellevar el abuso y la pérdida que sabía inminente)

—Hay mucha comida en el refrigerador. No tendrás que cocinar en varios días y le he pedido a Lammy que venga a echarte una mano por entonces, si es preciso.

Flippy no dice nada. Se queda allí, delgado y desgarbado, precisando de un abrazo más que de algo que pueda consumirse en su sistema digestivo.

Pero Flaky ya ha tomado la decisión. Las lágrimas también le colman los ojos cuando se dirige a la puerta, toda estremecida, convencida de que él se flipeará y la tomará de la blusa para rompérsela, hundiéndole el cuchillo tantas veces como en sentido figurado ella lo ha hecho. De un modo más doloroso, sin duda.

No sucede. Es más fácil de lo que pensó o lo sería si ni bien se cierra el portal a sus espaldas, no se quedara de pie allí largo rato, como si algo muy importante le hubiera fallado en el guión elaborado.

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