viernes, 5 de octubre de 2012

Happy tree friends/Fliqpy x Splendid, Flippy x Flaky/Rating T.

Verdaderas felicitaciones



Al abrir la puerta de la casa que de nuevo compartía con Flaky, Flippy se esperaba (naturalmente) otra tediosa pero comprensible (hasta cierto punto, dependiendo de quién) visita de otro habitante del Valle Feliz, cuestionando su decisión de volver a comprometerse con la puercoespín. De buen talante recibió a Giggles, que lo amonestó adelantadamente por cualquier daño que pudiera hacerle a Flaky, viniendo ella en compañía de Petunia que le hacía coro con gestos escondida tras su espalda y Lammy, que hablaba a través del señor Pepinillo, con gran timidez pero colocando cada punto sobre su i. Hasta le causó cierto alivio saber que durante su ausencia (por la guerra y luego de su regreso, debido a los severos problemas mentales que lo aquejaban), Flaky había sido tan bien cuidada por sus semejantes y que a pesar de haber estado asociada con él en el pasado, esto no cambió durante la larga jornada que dedicó a volverse el mismo, más allá de todo trauma experimentado.

Soportó también la mirada dura de Handy, esquivó sin dificultades la amenaza del bastón de Mole y su dedo levantado en reprimenda, también se limitó a alzar una ceja cuando Disco Bear le bailó una coreografía ilustrándole cuánto debería temerle en caso de que volviera a disociarse.

Sniffles le habló de porcentajes de peligro y le preguntó si estaba dispuesto a asumir riesgos, siendo más importante, por supuesto, que también ponía a Flaky en esa posición.

Lumpy le pegó un sermón algo hipócrita sobre responsabilidad...Y Nutty trajo chocolates para felicitarlos por hacer las paces, aunque se los comió en el camino y le pidió azúcar. Ni entró a la casa cuando se la dieron, simplemente se la metió en la boca y comenzó a correr en círculos por el jardín hasta desmayarse. Flaky llamó a una ambulancia.

Días ajetreados. Flippy pensó que ya había tratado con todos los pobladores del Valle Feliz que los conocieran a ambos y su historial, precisamente. No contaba a su padre, que no aprobó su decisión de ir a la guerra y prefería no hablarle, ni después de enterarse de sus problemas mentales. Al oír el timbre, supuso que habría pasado por alto a alguien pero ya se preguntaba a quién al girar el pomo, casi convencido de que encontraría del otro lado a los hermanos Raccoon tratando de engañarlo para robarles a ambos.

No pequeña fue su sorpresa al encontrarse cara a cara con Splendid...que cargaba con un pastel de nuez y cuyo rostro estaba surcado por lo que reconoció como...un semblante...¿situacional? Parecía incómodo, un poco desafiante, quizás hasta escéptico.

—Felicidades.—comentó ofreciéndole como regalo (¿Para el té? Flippy contuvo un suspiro, sabiendo que tendría que invitarlo a pasar por muy mal que le cayeran sus pretenciones maniáticas con respecto a la justicia y el deber...para con ciudadanos a los que terminaba asesinando casi siempre de manera más salvaje que Flippy inclusive y dispuesto a pelear hasta el final, insistiendo con el bien realizado) aquel dulce que sin duda había horneado él mismo, recientemente.

—Gracias.—contestó Flippy, sin poder evitar alzar con levedad la ceja, solo de modo menos pronunciado que ante Lumpy.

—Apuesto a que vas a hacerla feliz.

No podía ver los ojos de Splendid, que agachó la cabeza ni bien Flippy aceptó su obsequio. La voz le temblaba y un poco las manos, al depositar el plato sobre las palmas de Flippy, que no comprendía nada pero tenía un inexplicable nudo en el estómago. Trató este de sondear posibilidades...¿estaría Splendid interesado en Flaky como más que amiga o damisela en peligro a rescatar?

Recobrar la confianza entre ellos había tardado semanas de acercamientos ligeros hasta que Flippy le demostró que ya no cambiaba. Los testimonios de los demás habitantes del Valle del Árbol Feliz sirvieron para corroborarlo y pese a temblar de pies a cabeza durante los primeros encuentros, Flaky terminó por cederle el viejo espacio arrumbado en su corazón, redecorándolo para que cobrara vida de nuevo. 

Charlaron en numerosas ocasiones hasta tarde y no recordaba que su trato referido con Splendid hubiera sido más remarcable y mayor motivo de secretos celos injustificados (rastros de Fliqpy, maldito fuera) que el que le profesara Nutty, Cuddles, Toothy o Sniffles.

¿Entonces?

—La justicia no será administrada por sí misma. ¡Debo irme! Que ustedes...sean felices.

Se fue planeando casi sin despedirse, dejando a Flippy con una expresión pasmada y el plato tibio todavía entre manos. ¿No era él, el psicótico de esas tierras? El más perturbado, al menos. ¿Splendid no tendría que seguir más o menos el ejemplo de los demás, hasta llevándolo más lejos, digamos, secuestrando a Flaky “por su bien” y provocándole una muerte horrenda, que llevara a Flippy a robarse la Criptonuez de los hermanos mapache para ir a por una merecida Vendetta?

El suceso fue tan extraño que tras tomar el té con Flaky e irse a la cama con una buena porción de bizcocho en el estómago, soñó con eso. O más bien, volvió a ver a Diabólico fuera de su cuerpo, sosteniendo un cuchillo Bowie contra su garganta y pronto apretándole los labios contra los propios, robándole el aire y la sanidad mental.

Así fue como lo vio, experimentando una presión que se intercambiaba: a un momento él era Flippy, el buen Flippy, abusado y violado por su mitad terrible. Al siguiente, él era...¿Diabólico? Fliqpy, sin duda alguna por la violencia del agarre que no controlaba pero que de alguna manera rememoraba.

¿Y a quién aprisionaba contra una cama desconocida, de sábanas de satén azul y frazadas rojo vino? Splendid que gemía como una mujer, acariciándole la nuca, llorando por las embestidas, el calor insoportable envolviéndolos a ambos en dolor y placer.

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