lunes, 8 de octubre de 2012

Happy tree friends/Shifty x Lifty (non-con), menciones de otros/Rating NC-17.

2.Let me give you the reason to fuck me up. Tabla Mindless.


Doble maldición



Estaba en la naturaleza de un mapache el robar y huír pero no entre familia. Al menos eso creía Lifty. Sin embargo, su propio hermano lo había desmentido en numerosas ocasiones.

¡Qué botín!exclamó Shifty, descorchando una botella de champagne que se contaba entre las ganancias del día, tras un asalto exitoso a una despensa repleta de existencias para ricachones obesos. Licores de buena calidad era principalmente lo que Lifty había cargado con cuidado hasta la furgoneta verde que utilizaron para el trabajo.

Aún le dolía el labio debido a una bofetada que Shifty le soltó sin hacerse esperar, cuando se le cayó al suelo, rompiéndose en mil pedazos, un brandy napoleónico añejado de mil dólares, al menos. Había sido su culpa por distraerse mientras que susurraban entre risas sofocadas sobre lo que harían con tanto dinero, si no se lo bebían. Pero no dejaba de ser excesivo y humillante. Sobre todo por lo frecuente que ese (mal)trato se había vuelto. 

Lo sé. Ahora podemos quedarnos en casa una buena temporada, ¿eh? Quizás, si invertimos una parte de lo ganado en algo que atraiga muchos pichones, tendremos para toda la maldita vida.

Lifty observó su parte metálica sacada de la caja registradora y ahorros, separada de la de Shifty, comenzando a contarla a su vez, haciendo planificaciones mentales, tachando opciones y resaltando otras de buena gana. Aquello lo entusiasmaba. Todo lo que tenía que ver con el verde, en realidad y cómo hacer que creciera, robando o no. Sabía reconocer los problemas de una profesión como la de redistribuidores de la riqueza y existían otros negocios más o menos limpios que nadie sabía/quería hacer o bien que algunos ingenuos no hubieran descubierto hasta entonces, porque esperaban ni más ni menos que su luz para mostrarse. Y la de su hermano. Lifty no se imaginaba haciendo casi nada sin él. Shifty, por otro lado...

¡No jodas, carnerito! Esto hay que quemarlo en seguida, mientras que todavía está caliente. La vida es corta. Ya habrá otros trabajitos mejores.

Le costaba no aceptar lo que Shifty decía. Siempre rebosaba seguridad al expresarse y palmeaba su hombro, sonriendo, convencido de lo que le saliera de los labios partidos, humedecidos entre carcajadas roncas. Por muy absurdo que fuera, Lifty le creía. Y...la mayor parte del tiempo, cuando no los masacraban, el curro daba oro. Hasta la masacre, cuando menos. Luego, presiona "Reiniciar": pobres ladrones de nuevo, abandonados a la ingrata mano de Dios y dispuestos a robarle hasta el último céntimo al desgraciado.

Bien...supongo que una puta parte puede quemarse. Pero lo otro hay que invertirlo, mano. Y luego nadar en los frutos.

Sabía que cuando estábamos en la matriz materna te contagié con mi genialidad, de tan cerca que teníamos las cabezas.

Shifty lo abrazó y tomó por la cintura, enterrándole la cara en el cuello. Ambos rieron y fueron juntos al sitio de las apuestas clandestinas, con más intenciones de vaciarse los bolsillos del metal, haciéndose quizás de las joyas de algunas damas, dándose una merecida recompensa, que de aumentar las ganancias de la noche. Regresaron más ebrios de éxtasis, perseguidos por otros maleantes menos astutos, que del licor que vendieron a buen postor allí. De todos modos, quedó suficiente como para que Shifty elogiara la sagacidad de Lifty al hacer nuevas cuentas, poniéndose como una cuba, con problemas para pararse, tropezando con botellas vacías y en seguida ordenando a su hermano menor que lo ayudara a acostarse.

Este también tenía un par de copas encima y como no acostumbraba beber, las mismas le dieron su dosis de coraje tras la tercera suma y resta de la noche.

De mi parte falta más de lo que yo tomé. ¿Tienes idea de por qué, Shif?—susurró entrecerrando los ojos al caer juntos al colchón en el suelo, Shifty acariciándole los cabellos y la espina, Lifty intentando obviar los escalofríos y mantener la calma.

Te pagaré ahora.—aseguró Shifty, desabrochándose los botones faltantes de la camisa y volviendo a empujar a Lifty al terminar su breve empresa, ni bien este intentara incorporarse durante la ausencia de su presión contra la cama.

La sangre de Lifty corrió más rápido, a medida que las manos de Shifty le redescubrieron el cuerpo, pronto desnudo también, botones y cierres abriéndose bajo los dedos hábiles del ladrón mayor. Intentó decirlo riendo para restarle importancia y sobra agregar que hubiera querido no sonar como una niña débil al hacerlo.

Hermano...esto...—no sabe cómo empezar. Los hermanos Raccoon no hablan de qué es correcto, pero eso sin duda debería estar dentro (o fuera) de los límites de...algo...que una familia tiene. O no tiene. Ni debe tener.

La verga dura entre las manos del otro, por ejemplo.

No es que él quiera, desde luego. Es solo que son jóvenes y Shifty es el que empezó con eso hace ya más tiempo del que puede situar.

No es más que echarse una manito, anda, no seas quisquilloso.—se ríe y jadea Shifty sobre él, deslizando una rodilla entre sus piernas desnudas, temblorosas, hasta que el miembro que le sobresale duro de los calzoncillos le provoca a Lifty hundirle las uñas en la espalda, con una mezcla de llanto y gemido humillado en la garganta. Algunas lágrimas se le escapan con el sudor y Shifty lo besa, enternecido.

Ya hace lo suyo que no es solo echar una manito. Así empezó todo, pues. Una manito rápida, los primeros rastros de alcohol embebiendo el aliento de Shifty, preadolescente. La única manito echada se entrelazaba con la suya, mientras que la otra fallaba al intentar apartar al hermano mayor. Y cualquiera con sentido común se preguntaría: ¿Por qué no buscar una mujer, si ese era el problema al que achacaba sus necesidades primero, Shifty? No cuesta tanto. A Lifty no le interesa para él, pero ha averiguado.

¿Para qué? Si tú me das todo, ¿o no?—Shifty, bajando los labios hacia su ingle, respirando juguetonamente antes de atacar a lenguetazos.

¿Y si yo ya no quisiera...?antes de terminar su queja y súplica con una pregunta hipotética que es más amago vano de amenaza, tiene la pistola que Shifty birló al dueño de la licorería con la punta estacionada firmemente en la frente. Shifty ríe a carcajadas, agarrándose el pene erecto entre las manos, haciéndole gemir.—Hermano...

Shifty se arranca el antifaz y procede a hacer lo mismo con él. Como rearmando un espejo lleno de imperfecciones incestuosas. Pronto le apoya entre risotadas el arma en los labios y se empuja, lastimándolo, tirándole del cabello y enterrándolo contra el colchón.

Eres tan gracioso...hermano.—se sonríe taimado, dentro suyo de inmediato, soltando la pistola solo para colocarle las piernas alrededor de la cintura.

Lifty suspira, jadea, maldice apretando hasta la sangre las sábanas. El sudor lo empapa cuando las embestidas alcanzan clímax. El de Shifty, por supuesto, que cae sobre él, satisfecho al fin, una masa de carne rosada jadeante, pronto al lado de Lifty, húmedo y caliente, apretándolo contra su pecho, como sin darse cuenta de que su hermano menor se estremece, llorando silenciosamente y aceptando esa cercanía con la certeza de que es la única que va a recibir jamás. En tanto lo permita, desde luego.

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